miércoles, 10 de junio de 2009

El lugar de la intervención de T.O. en lo social


El lugar de la intervención de T.O. en lo social
TO Viviana Pradolini.
“… el lugar de la intervención se transforma en territorio, es decir, en un espacio jurídico, que habla de la legitimidad de la intervención, y político, que marca la “agenda” donde se construyen diferentes aspectos de la cuestión social”.
CARBALLEDA, Alfredo. 2002

Intentaré compartir con uds. primeramente los avances de algunas problematizaciones de la intervención de la T.O. como un agente social, arenas movedizas en las que me he emprendido hace algún tiempo, indagando en las ciencias sociales para la búsqueda de la comprensión; seguidamente analizaré las intervenciones profesionales devenidas de la participación en un programa social “innovador” en el presente año.
Para Donald Schön, cuando un profesional reflexiona desde y sobre su práctica, los posibles objetos de su reflexión son tan variados como los tipos de fenómenos ante él y los sistemas de saber desde la práctica que él les aporta. Puede reflexionar sobre las normas y apreciaciones tácitas que subyacen en un juicio, o sobre las estrategias y teorías implícitas en un modelo de conducta. Puede reflexionar sobre los sentimientos respecto a una situación que le ha llevado a adoptar un curso particular de acción, sobre la manera en la que ha encuadrado el problema que está tratando de resolver, o sobre el papel que él ha construido para sí mismo dentro de un contexto institucional más amplio.
Los invito a situarnos en la práctica profesional de los TO, trabajadores que se desempeñan en ámbitos comunitarios, que ocupan determinados espacios geográficos ubicados en barrios populares y que simultáneamente ocupan espacios sociales (profesionales dependientes de una organización estatal, con misiones, funciones, lineamientos y ejecución de políticas públicas).
Algunos de los interrogantes más frecuentes que nos planteamos los T.O., inclusive con preocupación de los estudiantes, son ¿qué hacemos los T.O en la comunidad? ¿Qué actividades podemos ofrecerles a las personas en x situación problemática? ¿Cuán eficaz es el plan de intervención o programa planificado y /o ejecutado?, preguntas orientadas en el plano “del hacer”. Sin embargo, podría resultar toda una travesía indagar cómo es que llegamos o desde dónde se apoyan nuestras intervenciones. ¿Cuál es el lugar que ocupamos los T.O. en la intervención? ¿Cómo construimos nuestras intervenciones? ¿Cuál es el sentido de nuestras prácticas?
Desde la perspectiva histórica, planteada por Carballeda (2002), la intervención en lo social surge fuertemente marcada por una tradición normativa, signada por el propósito pedagógico de mantener la cohesión del “todo social”. Lo social remite a la idea de “conjuntos de dispositivos de asistencia y de seguros en función de mantener el orden o la cohesión de lo que denominamos sociedad”. Así, desde esta perspectiva, la intervención en lo social se relaciona con la “problemática de la integración”. Así damos por sentado por ejemplo, que las personas con discapacidad, las personas que viven en situación de privaciones por condiciones desfavorables, ambientales, económicas, sociales, culturales, en forma transitoria o permanente enfrentan dificultades o imposibilidades para “integrarse socialmente”. También suele asociarse con los términos de exclusión social y marginación social, en señalamiento al lugar de desposesión, de desventaja, de ubicación en las márgenes de los sistemas en que se ubican algunos grupos en relación de los otros, los supuestos “normalizados o comunes de las sociedades”.
Desde la concepción teórica del sociólogo Pierre Bourdieu, la pobreza se da como resultado de relaciones sociales constituidas en condiciones de desigualdad, estableciendo un punto de vista relacional para analizarla, debiendo ser entendida en relación con la riqueza. Esta mirada posibilitaría superar aquellas concepciones que consideran a los sujetos en situación de pobreza como marginados o excluidos de la sociedad, como así también, entrever las diferentes estrategias que llevan a cabo los actores a fin de mantener o transformar sus condiciones de vida.
Desde esta perspectiva, podríamos interpretar que estos grupos están localizados y situados en el campo social jugando las reglas del juego aunque se encuentren en situación de desfavorecimiento en el intercambio social; interactúan posicionados en el mundo desde el hábitus.
El concepto “habitus” refiere a la incorporación de las estructuras sociales en forma de estructuras de disposición, de posibilidades sociales en forma de estructuras de disposición, de posibilidades objetivas en forma de expectativas y anticipaciones, genera el sentido práctico. Los habitus lleva a la comprensión de la “razonabilidad” de determinadas prácticas, “de lo posible y de lo imposible, de lo pensable y de lo impensable, de lo que es para nosotros y de lo que no es para nosotros.”(Gutiérrez, 2004). De que manera nos reproducimos socialmente tanto los pobres como los no pobres, cual es la relación entre ambos, cómo la acumulación de capitales de un grupo se relaciona con el otro y viceversa, la historicidad de la trayectoria de los grupos, cuál es el papel del estado en el campo, la distribución del poder, cómo las políticas sociales acercan y alejan a los ciudadanos del acceso a los bienes materiales y simbólicos, definen las “clases probables”.
Como salvavidas de la caída del Estado benefactor y la profunda crisis económica y moral, que se apoderaba de las estructuras y la vida cotidiana de los argentinos por los años 90´ (aunque este proceso se inició en décadas anteriores), los gobiernos nacionales y provinciales produjeron programas y proyectos focalizados, los que a su vez producían y reproducían en las mismas personas, fragmentaciones y pertenencias simultáneas o bien por tramos en la trayectoria de su vida personal o familiar, constituir-se en destinatario, beneficiario o cliente de la asistencia estatal.
Para Estela Grassi,....”el Estado es el ámbito de referencia privilegiado en la reproducción social, puesto que recrea el reconocimiento de la pautas básicas que orientan la vida social y la consecuente continuidad de las prácticas sociales, principalmente la reproducción de la vida y de la fuerza del trabajo. El Estado se constituye en un actor y en un ámbito en la producción de los problemas sociales, en la delimitación de su propia responsabilidad, en la definición de los sujetos merecedores de sus intervenciones y de las condiciones para dicho merecimiento”.
Situarme y situarnos como profesionales, empleados públicos, amerita incluirnos en esta reflexión de Grassi puesto que somos quienes ejecutamos, con cierto grado de maniobrabilidad de márgenes, las políticas sociales. De esta manera, con nuestras intervenciones re-construimos criterios de evaluación – clasificación de requisitos - de riesgo y vulnerabilidad, categorizamos las necesidades y potencialidades de las personas, administramos la admisibilidad de las personas a determinados proyectos focalizados, viabilizamos la adjudicación de servicios técnicos, económicos, otorgamos la posibilidad de participación en roles ocupacionales y sociales, entre otros.
Como afirma Silvia Duschatzky: “ Se ha consolidado así un vasto sistema simbólico en el campo de los “programas para los pobres” compartido por la colectividad profesional, política y de los “beneficiarios”, que genera imaginarios compartidos a través de los cuales también los agentes sociales elaboran una representación social de si mismos, marcan la distribución de sus roles y de las posiciones sociales, expresan creencias comunes y fijan especialmente modelos formadores (a los que apela el Estado y la filantropía privada), como el del “líder comunitario democrático”, la “madre cuidadora abnegada”, “la ONG buena y eficaz”, etcétera.
Los T.O. y Lic. en T.O., entre nuestras incumbencias profesionales, se enuncia: “Participar en el planeamiento, ejecución y evaluación de planes, programas y proyectos de desarrollo comunitario que impliquen la utilización de actividades como instrumento de integración personal, social y laboral”. Encontrándonos habilitados para la intervención comunitaria, podríamos avanzar interpelándonos acerca del sentido y el contexto de nuestro hacer.
Las intervenciones generadas a partir de programas focalizados a mi criterio están entrampadas como en una doble jugada, por un lado, busca restituir los derechos postergados a sus destinatarios (en términos sociológicos, los dominados) procurando la inclusión social bajo los principios de equidad y justicia social, y desde el mismo plano de supuesta “igualdad de oportunidades” selecciona, filtra a los posibles candidatos de estas oportunidades, inscribiendo en sus hábitus las percepciones y estrategias ligadas a las creencias y supuestos del orden social, que configuran la problemática que se intenta resolver o “atacar” . Por ejemplo, un programa destinado a la inclusión educativa, una vez que los adolescentes alcanzan este objetivo, entre otros, se les da el alta del programa que implica la recesión de la beca estímulo mensual que percibían mientras se perseguía el objetivo de la inclusión escolar. Esta “alta” en realidad le representaba a los y las adolescentes y sus familias, una pérdida de este ingreso mínimo pero de valor, que incrementaba el capital económico familiar y eran tenidos en cuenta, denominados como “beneficiarios” de la asistencia del estado, y así mismo incrementaba su capital social, representada en la red de relaciones que se establecía mediante este programa con trabajadores públicos y vecinos del barrio. Otro ejemplo los programas destinados a los niños con problemas de bajo peso, cuando lo alcanzan, deja de percibir la ayuda alimentaria, que con sentido práctico las madres con frecuencia la invertían y redistribuían a todos los miembros del grupo familiar.
¿Sería provocativo formular estas conjeturas? La gente va aprendiendo que es mejor posicionarse en la falta para poder recibir algo. Para cada carencia o problema corresponden distintas puertas, la hazaña es cómo conseguir abrirlas, para esto hay que desarrollar determinadas estrategias para ser atendidos. La vida en las márgenes reclama viveza, una astucia especial para vivir en un mundo donde nada está garantizado, ganarse la vida depende de la sagacidad del cazador aprovechando las oportunidades (Merklen 2000). Como pie de página dejo a imaginación de los oyentes y lectores descubrir quién es el maestro y la composición del acto educativo.
Tal como plantea Carballeda, la intervención desencadena expectativas y consecuencias ligadas a la construcción de una lógica del acontecimiento fundante de la demanda desde cierto campo de saber. Las demandas en las que se fundan la intervención pueden provenir de las personas, instituciones, organismos, así mismo, generada desde las instituciones y la agenda de las políticas públicas. Esto promueve a su vez, la visión de “problema social” que una sociedad tiene.
La participación de T.O. en un programa / proyecto social incluye:
§ Dimensión ejecutiva: planeamiento, coordinación, ejecución en comunidad o terreno, evaluación.
§ Dimensión espacial: en una institución, en un barrio (hogares, espacios públicos)
§ Dimensión relacional: trabajo en equipo, unipersonal, cooperación – lucha de poder
§ Dimensión sujetos de la intervención: persona edad, sexo, individual – grupal – fliar- institucional, atribución de características.
§ Dimensión estratégica: combinación de tareas, recursos y tiempo. Visualización de oportunidades y obstáculos.

Participación de T.O. en un programa social: Intervenciones domiciliarias con familias
A continuación, explicitaré una breve sistematización de un programa comunitario desarrollado como experiencia piloto desde marzo de este año en un barrio ubicado al este de la ciudad de Santa Fe y algunas reflexiones devenidas de dicho análisis.
El documento del programa argumenta que como políticas sociales… propone trabajar para la construcción de una sociedad cohesionada e igualitaria, recuperando el tejido social y fortaleciendo los servicios y vínculos,… define un nuevo modelo de intervención social basado en un enfoque de atención integral de la población de mayor vulnerabilidad, combinando apoyos asistenciales y promocionales y desarrollando acciones para generar un proceso de inclusión social con el fin de que cada persona genere capacidades que le permitan pasar de “habitante” a “ciudadano/a”.
Uno de los componentes del programa son los equipos interdisciplinarios territoriales, diversos grupos dúos compuestos por profesionales y estudiantes de variadas disciplinas, abogacía, trabajo social, ciencias políticas, psicología, psicopedagogía, psicología social, saneamiento ambiental, antropología, docencia y terapia ocupacional.
La misión delegada por el programa a los equipos es oficiar de herramienta territorial que sensibilice, movilice y vincule a la población para su empoderamiento en las políticas sociales, culturales, sanitarias, educativas, recreativas y deportivas de corte universal y de calidad, con carácter igualitario y al alcance de todas y todos los ciudadanos sin distinción. Constituyendo además la herramienta de proximidad con la y el ciudadano que garantizará en forma permanente y sostenida en el tiempo la apropiación por parte de la población de los servicios del Estado instalados o a instalarse en el territorio.
¿Cómo trabajamos los equipos? ¿Cómo construimos las intervenciones?
Llegamos al barrio, cada equipo se asigna una manzana o determinadas cuadras y nos presentamos en cada hogar. ¿Cómo presentarnos? ¿Para qué la visita? ¿Qué representaciones sociales operan cuando establecemos la entrevista, si es que logramos esta posibilidad, en la persona que nos atiende y en nosotros, los trabajadores? Pensando desde nuestro etnocentrismo, la situación de arribo de dos personas extrañas a nuestras puertas, suponíamos que sería difícil ser bienvenidos en los hogares pero para nuestra sorpresa, en general las personas se prestan al diálogo, a identificarse, a dejarnos entrar en su casa, a compartir parte de su historia. Nos encontramos aquí en la representación de la situación de subordinación asumidas por las familias ante el estado, actuado en la presencia de nosotros, los agentes estatales.
¿Cómo poder establecer un vínculo de confianza para conocernos? ¿Cómo es posible esto si la familia no demandó hasta el momento nuestra intervención? ¿Qué saben ellos y ellas de nuestra misión, de lo que podemos acompañar o ayudar? ¿Cómo es que llegamos al conocimiento del otro? ¿Qué elegimos conocer? ¿Qué queremos apreciar? ¿Qué necesitamos o queremos comprender desde la misión del programa? ¿Quién/ es nos habilitan a intervenir? ¿Intervención “para el otro”, “con el otro”, y / o “por el otro”? ¿Qué estrategias nos damos para conocer sin invadir? ¿Cómo evaluar la situación de vida de los miembros de la familia y sus derechos de ciudadanía que nos permita dimensionar la vulnerabilidad y potencialidades de la familia?
Introducirnos en la vida cotidiana de las personas opera como el contexto y la tarea que puede ser nombrada, compartida, la estrategia que facilita el encuentro y el vínculo. Golpeamos la puerta, los ruidos que vienen del interior de la vivienda nos indica que los niños se están despertando, uno pide la mamadera, otro mira t.v., María lavando la ropa a mano, la sonrisa cómplice con los niños, el clima del día y las ocupaciones de los integrantes de la familia permiten entablar el diálogo. Los interrogantes abiertos, las preguntas orientadas a conocer el estado de los derechos, traslucen el interés por conocer al entrevistado a partir de su narrativa, su historia, su visión del mundo, su posicionamiento en el mundo.
¿Se justifica el ingreso al programa? ¿Cuál es la percepción del problema o problemas de la familia? ¿Podemos construir entre la familia y nosotros la demanda de intervención? Algunas familias, si bien no alcanzan a ejercer la ciudadanía plena por condiciones estructurales de la comunidad, despliegan desde el capital simbólico, económico, cultural y social con que cuentan, un abanico de estrategias interrelacionándose con diversos agentes del campo social (vecinos, escuela, dispensario, otras instituciones) permitiéndoles resolver diversos aspectos de la organización y reproducción de sus vidas.
Otras familias atraviesan por situaciones críticas, que en algunos casos son vivenciadas como problemas con urgencias de resolución e imposibilidad de hacerlo por cuenta propia o bien han intentado hacerlo sin el resultado esperado. La fuga de los hijos del hogar, la prostitución infantil, las adicciones y el alcoholismo, violencia familiar, la discriminación institucional, el abandono escolar, la indocumentación y cuestiones de filiación no resueltas, los ilícitos, conflictos familiares, son problemáticas inscriptas en las trayectorias y el presente de las familias.
Aquí se nos plantean diversas circunstancias:
a- las familias que ya han sido intervenidas por otros agentes estatales, fueron derivadas y requieren de nuestro apoyo y seguimiento, preexiste una habilitación de la intervención asignada por otros y por la familia.
b- Las familias que nos permiten conocerlos y solicitan o bien se abren, a nuestra orientación y acompañamiento y en caso de ser necesario al asesoramiento, y derivación a servicios especializados en la atención de problemáticas particulares.
c- Las familias que presentan diversas problemáticas pero que no demandan la intervención, se da con frecuencia en donde nos enteramos por informantes claves, los vecinos, sobre las situaciones delictivas de algunos miembros de la familia. Por ejemplo: evitan recibirnos, nos atienden pero no nos es posible establecer una entrevista abierta, con pocas posibilidades de retroalimentación.
¿Quién tiene el poder para impulsar la intervención? Coincido con Carballeda que la intervención desencadena una serie de expectativas y consecuencias fuertemente ligadas a la construcción simbólica y a las representaciones de quien está interviniendo, la modalidad de la intervención se vincula al marco conceptual, aportes teóricos y empíricos relacionados con el contexto que genera formas típicas de intervención.
Considero que para intervenir con la familia es necesario partir de la definición de la demanda, preguntar a la familia o a los miembros con los cuales se establezca el vínculo sobre su consentimiento para iniciar un proceso, y de esta forma ir trabajando el acogimiento del vínculo y de la tarea. De la implicancia de la familia y del equipo de intervención podrán devenir la elaboración conjunta de los objetivos y el compromiso de la participación de ambos.
El modelo de intervención que vamos construyendo en este programa supone la proximidad sobre la subjetividad de las personas, y tal como explicita el documento del programa sobre los objetivos: “…reconstruir el núcleo familiar y los roles al interior del grupo, promoviendo acciones de organización familiar, hábitos, habilidades, rutinas y rituales que fortalezcan los vínculos de protección, cuidado y autocuidado mutuo; facilitando la construcción de identidades, el respeto, la escucha, la palabra entre los miembros del grupo y promoviendo actitudes responsables para consigo mismos y con el entorno y generando lazos fuertes con los servicios sociales que garantizan derechos.”
Advierto en los enunciados y en las praxis una tensión ¿quién es el protagonista de este proceso, la familia o el equipo? Los profesionales deberíamos estar muy atentos, vigilar nuestro sociocentrismo, ser cuidadosos al considerar que nuestra mirada y juicio son legítimos, esforzar a que los otros se referencien en el mundo desde nuestro propio mundo, pretender la homogeneización y normalización social desde nuestra posición social.
Lo evaluado en estos meses, pone a la luz, la pobreza estructural inscripta en los hábitus de estas familias y en sus trayectorias. Las condiciones objetivas de vida en este barrio son diagnosticadas como parte de la cuestión social a resolver. La falta de infraestructura de servicios básicos como agua, luz, cloacas, gas natural, irregularidad de la situación dominial, presencia de baldíos y basurales, la falta de empleos dignos con servicios sociales, la pérdida de la condición de salariados, y la inseguridad como principales factores de riesgo sistemáticos devenidos por la ausencia y/o inoperancia del estado.
Cabría apostar a que en un futuro inmediato el estado pueda transformar estas condiciones objetivas de vida que operan en la vida cotidiana, en la subjetividad de estas familias y en su estado de derecho, que los habilita como ciudadanos.
Por último, en forma breve comparto con uds. el desafío que me representa este desempeño:
- las innovaciones: el contexto es la vivienda de una familia, entrar en un espacio privado, íntimo y familiar. El objeto son los miembros de la familia y las relaciones que establecen entre ellos y con la comunidad.
- La autorreflexión constante de las entrevistas, decidir cuando volver a una casa, qué proponer, qué preguntar, etc. Mantener el respeto y establecer una relación de confianza.
- El trabajo coordinado con el otro profesional que conforma el dúo del equipo, supone el conocimiento mutuo, la contención, la sincronización en las intervenciones. Construir un marco teórico y empírico conjunto.
- Sentir que se trabaja desde “el no lugar”, desde el espacio físico, en la calle, en el lugar que el otro me brinda, el patio, la cocina o la vereda; desde el espacio social, la innovación del programa y sus implicancias parecería que los medios y resultados de la intervención no son objetivables o puestos en productos para algunos, un trabajo en lo social poco convencional.
Los invito a que nos interroguemos ¿Cuál es el lugar de la intervención de T.O. en lo social? La respuesta queda abierta, me animo a responder que lo vamos construyendo a medida que interactuemos con los ciudadanos, las cuestiones sociales, el campo, el estado, y la propia disciplina.

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